Salud Pública y Sociedad

Análisis político

La situación política en Bolivia: una contribución al análisis

Introducción

Cualquier intento por analizar la situación política en Bolivia no podrá evitar la confrontación con las perspectivas analíticas de personas y organizaciones que han tomado posición ideológica y política sobre la situación, y desde donde no sólo se busca “conocer y entender” la situación sino “incidir políticamente” a favor o en contra de ella.

Las conclusiones facilistas desde posturas de izquierda radical y de gobiernos de izquierda que han denunciado que se ha producido un “golpe de estado” orquestado internacionalmente y que atribuyen al “odio racial” los sucesos de violencia, son simplificaciones que no ayudan al esclarecimiento.

Me permito el siguiente análisis desde la oposición democrática al Movimiento al Socialismo (MAS), contando a mi favor el conocimiento de la realidad boliviana, los vínculos permanentes con ciudadanos bolivianos, y el conocimiento de algunos de los principales actores de la actual coyuntura boliviana.

La renuncia del presidente Evo Morales: colofón de una cadena de errores

La renuncia del presidente Evo Morales (2006-2010, 2009-2014, 2014-2019), provocada por la “recomendación” hecha por el comando de las fuerzas armadas bolivianas, se produce en un momento en que los anuncios de los observadores de la OEA de un fraude masivo se difunden, enardeciendo a las fuerzas de la oposición democrática (y entre ellos la oligárquica) que se encontraban movilizadas y presionando bajo la conducción del candidato Carlos Meza, generando desconcierto y desobediencia de los comandos departamentales de la policía y encendiendo a los cabildos de las ciudades desde donde emerge la controversial figura conservadora y fascista del abogado-empresario Camacho, de Santa Cruz, quien asume un inusitado protagonismo.

Para empezar, Evo no debió de haber llegado a esta elecciones como candidato y, cuando ya se estaba en la misma, no debió haber forzado una victoria “en primera vuelta y superando el 10%”, luego de los iniciales cuestionamientos por la suspensión del conteo rápido.  Finalmente, tras las observaciones de la misión de la OEA sobre las incongruencias “estadísticas”, debió inmediatamente haber accedido a una definición electoral en segunda vuelta.  ¿Le faltó reflejos? ¿Sobre estimó su estrategia interna y su capacidad para manejar la coyuntura? El resultado: mal cálculo estratégico, pésima operación táctica en el momento decisivo electoral, con derrota estratégica que lo obligó a buscar asilo internacional.  En dos semanas, Evo Morales y Álvaro García Lineras, desmontaron el enorme caudal político acumulado en tres quinquenios por el MAS, y dejan un país seriamente dividido y en grave conflicto interno.

Si en relación con esta coyuntura hubo presencia e intromisión extranjera (con dinero, con asesores, con planes), podría no ser relevante para los efectos de este análisis.  Partimos del supuesto de que las fuerzas políticas dentro y fuera del gobierno de los países, de derecha y de izquierda, coordinan políticamente y planifican las acciones de las coyunturas tomando en cuenta la presencia o ausencia de este factor externo. 

Si en relación con esta coyuntura hubo “golpe de Estado”, podría ser irrelevante aunque la Carta de la OEA tiene disposiciones claras al respecto, y los Estados podrían reaccionar reconociendo o no al gobierno espurio resultante.   México y Argentina, junto a Venezuela, Nicaragua, Cuba y otros, probablemente no reconozcan al nuevo gobierno ¿Lo hará el Perú?

La Bolivia que deja el gobierno de Evo Morales

No es sencillo caracterizar con “neutralidad” u “objetividad” la Bolivia que el gobierno de Evo Morales ha dejado luego de tres períodos gubernamentales.  Desde los extremos políticos se muestran las antípoda de una fotografía del país y se lanzan evaluaciones contrapuestas de los resultados gubernamentales.

En lo económico son inobjetables las evidencias de un país con equilibrio macroeconómico, al nivel de los estándares esperados por el Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, con crecimiento sostenido de su economía (4%), con baja inflación (por debajo del 3%), con alta inversión pública, con medidas económicas contra cíclicas, dentro de un marco de políticas de Estado keynesianas[1] y nacionalistas que, sin abandonar el capitalismo, permitieron la nacionalización/estatización de sus recursos mineros y energéticos; que hicieron que el país dejara de ser un país de ingresos bajos, para ser uno  de “ingresos medios bajos”. No se sentaron las bases, sin embargo, para cambiar la matriz productiva del país, e intentar construir una vía al desarrollo con base a medidas recomendadas por la CEPAL, al no resolverse la agenda vinculada a la reforma agraria y la revolución agrícola y al no lograrse las previsiones de la “economía comunitaria” de convertir al campo boliviano en un importante proveedor de alimentos, generador de nuevos empleos y el subsiguiente incremento de los ingresos de la población .

En lo social, en el marco de un nuevo “Modelo Económico, Social, Comunitario y Productivo”[2] hay evidencias del efecto positivo que tuvo el despliegue de políticas sociales inclusivas, sumado al importante incremento en los salarios (de US$57.3 en 2005 a US$296 en 2018), que puso énfasis en transferencias directas para mitigar la pobreza y superar las desigualdades sociales a través de los programas: “Juancito Pinto” (incentivar matriculación, permanencia y culminación escolar de población estudiantil primaria y secundaria), “Renta Dignidad “ (mejorar condiciones de vida de adultos mayores) y “Madre niño-niña Juana Azurduy” (mejorar salud y nutrición de mujeres embarazadas y niños menores de dos años) logrando, entre otros, reducir la pobreza (59.9% en 2005 a 36.4% en 2017) y reducir la desigualdad (índice de Gini 0.60 en 2005 a 0.47 en 204), incorporando a vastos sectores de población dentro de las clases medias.[3]

En cuanto a la reforma del Estado,  queda la nueva Constitución Política del Estado Plurinacional aprobada mediante referendo, que entró en vigencia en febrero de 2009, por medio de la cual se reconoce el poder de los 36 pueblos originarios de Bolivia y su presencia en todos los niveles del Estado y la economía, el establecimiento de cuatro niveles descentralizados de autonomía, los límites acumulables de propiedad de la tierra, el establecimiento de un modelo económico plural  (economía comunitaria, estatal, privada y social cooperativa), la propiedad estatal de los recursos naturales y su administración en función del interés público, la declaratoria de que el Estado es independiente de la religión, el derecho a la vida, los derechos sexuales y reproductivos y el reconocimiento de las familias, la reelección inmediata  de autoridades por un período y la segunda vuelta electoral, la protección de la coca originaria y ancestral como patrimonio cultural, la protección de los recursos genéticos y biológicos, y el derecho irrenunciable e imprescriptible sobre el territorio que le de acceso al país al Océano Pacífico.

En lo político, aunque desconcertado y demostrando los efectos traumáticos del “shock” tras la renuncia del presidente y vicepresidente, el MAS  sigue presente y vigente y seguirá siendo un actor político fundamental, mucho más cuando  en torno suyo se ha intensificado la adhesión de las masas indígenas del campo y de la ciudad que amenazan con desbordarse. Se requiere sin embargo, que se hagan ajustes estratégicos en su política de alianzas y abrir canales para renegociar los espacios de poder.  Legalmente, el MAS tiene la mayoría de los diputados y de los senadores, y hasta hace poco controlaba el Tribunal Constitucional.  En el frente opuesto, opacando y desvirtuando la justa protesta democrática de la población y de las clases medias urbanas frente a los intentos reeleccionistas y a los anuncios de fraude (que en el mejor de los casos tenía como su representante al candidato Carlos Meza), surge la patética y controvertida figura del católico fundamentalista Luis Fernando Camacho, apoyado y protegido por efectivos de la policía boliviana, encabezando las movilizaciones y enarbolando consignas y símbolos religiosos para provocadoramente confrontarlos con aquellos otros que representan al indigenismo boliviano, consagrado en la Constitución Política (art. 6).

En la sombra, no descansó y seguirán moviendo sus piezas la oligarquía boliviana, principalmente cruceña, para desvirtuar el cause democrático de la oposición y ahondar aún más el abismo que la separa de las masas populares vinculadas al MAS, contraponiendo histriónica y absurdamente la cruz y la biblia contra la «mamapacha» y la «wifala».

En cuanto al rol de organismos supranacionales como la OEA, el vergonzoso silencio de su Secretario General y el descrédito que lo compromete, limitan su accionar y le restan legitimidad y potencial para mediar en una coyuntura de vacío de poder o para insinuar y recomendar el apego a los mandatos constitucionales  cuando el vacío de poder se da o se pretende resolverlo, como ha sido el caso de la autoproclamación como presidente de la senadora Janine Añez, a propuesta de los grupos opositores y bajo la condescendencia de las fuerzas armadas. Estrictamente se puede decir que esta auto proclamación es inconstitucional y es una pieza que completa el rompecabezas del “golpe de Estado” al que se refieren numerosos analistas. El emplazamiento que al respecto hizo la representación de México al Secretario General en la última reunión de la OEA, pone al descubierto los intereses que aquel defiende y promueve.

El estilo de gobierno y el  culto a la personalidad alimentado desde afuera

Aún cuando la base política desde donde se proyectaba Evo Morales (del socialismo comunitario al socialismo del siglo XXI), recomendaba formas colectivas de conducción de los procesos políticos, una suerte de caudillismo mesiánico terminó imponiéndose como un estilo de gobierno, alimentado por las tradiciones ancestrales del indigenismo boliviano de identificar y glorificar al líder y por el irresponsable accionar de partidarios y simpatizantes de dentro y fuera del país que estimularon el culto a la personalidad del “jefecito”, elevando su estatura política al nivel de otros iconos mundiales del socialismo, promocionando películas sobre su vida, elogiando el museo de Evo, publicitando exageradamente la trascendencia de sus obras de gobierno. Nada de esto, resta méritos a la persona de Evo Morales y a su rol de estadista, cuyo liderazgo, compromiso con su pueblo, y  conducción estratégica de los asuntos del Estado hicieron avanzar al país.

Es importante también señalar que la exacerbación del “indigenismo” tuvo el efecto de una omnipotente presencia sobre la población y el presidente Morales no pudo evitar ser identificado y percibido como el «presidente de los indígenas de Bolivia» y no como el “presidente de todos los bolivianos”, agudizando las diferencias raciales y culturales en el país.

Esta situación explica asimismo el que las exitosas propuestas de política económica y social enmarcadas dentro del “Nuevo Modelo” no fueran adecuada y suficientemente debatidas, difundidas y apropiadas por la intelectualidad progresista y los partidos proclives a posturas de izquierda y centro-izquierda y que los logros económicos y sociales no fueran valorados y reconocidos en su justa medida, nacional e internacionalmente.  Y que, del mismo modo, se perdieran en la sombra y no se reconociera el liderazgo de los  importantes estrategas y conductores de las políticas económicas y sociales que empezaban a dar resultados favorables.

Los problemas en la construcción de una organización partidaria con cuadros de reemplazo y mirando el mediano largo plazo

Si bien el Movimiento al Socialismo (MAS) es un partido de masas que propugna un “socialismo comunitario” como doctrina, que ha aglutinando a importantes organizaciones sociales de base y de carácter gremial a lo largo y ancho del país, que le ha permitido ganar elecciones y gobernar el Estado con presencia hegemónica en la administración central y en los departamentos, es un partido que no ha logrado articular alianzas sólidas y duraderas con otros partidos de izquierda y de centro-izquierda del espectro boliviano para defender y profundizar las reformas.  No resulta poca cosa haber doblegado a la separatista oligarquía cruceña y haber demostrado que se puede gobernar exitosamente en lo económico dejando de lado las políticas neoliberales y las recetas del consenso de Washington. Tampoco es poca cosa haber demostrado que el rol del Estado es fundamental para orientar la economía, para intervenir directamente sobre ella y para  distribuir la riqueza nacional generada, todo esto dentro de un modelo de capitalismo nacional.

Sin embargo, es notorio que un sector importante de la población boliviana (casi un 50%), conformada por las clases medias urbanas (estudiantes, profesionales), trabajadores obreros y mineros, entre otros, sintieron que se le imponía la “dictadura del MAS” y que ellos no tenían cabida en el “proyecto político del Presidente Evo”.  Este sector se sentía no representado, marginado del poder y de las oportunidades de empleo y de participación en la administración estatal, mientras que  los opositores políticos más visibles eran arrinconados y amenazados con la acción de las masas indígenas y con la judicialización de sus actos, cuando no neutralizados con prebendas.

Aún cuando las “bondades” macroeconómicas y sociales señaladas, que constituyen importantes avances -comparados con lo que sucedía en los países vecinos-, deben ser atribuidos al gobierno del MAS, durante estos casi quince años el país se mantuvo políticamente dividido, pudiendo  percibirse con más visibilidad las dos “Bolivias” separadas social, económica, racial y culturalmente, dentro de un vasto territorio.  Sólo el tema del acceso al mar y la demanda ante la Corte de la Haya pudo “unificar” y generar un gran sentimiento de “cruzada nacional”.

Conclusión

Corresponde a las fuerzas democráticas de centro y de izquierda opositoras a Evo Morales, recuperar el liderazgo político del movimiento que hoy les ha sido arrebatado, tender puentes con el MAS, capitalizar los éxitos del modelo económico y social, neutralizar los aprestos fundamentalistas y conservadores de los católicos y evangelistas ultraconservadores y proyectar la construcción de una Bolivia unida, verdaderamente plurinacional y multicultural, la que ha demostrado que el camino del desarrollo inclusivo del país no es un mito.


[1] http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-30532016000100006

[2] https://journals.openedition.org/revestudsoc/9423

[3] https://www.celag.org/claves-exito-politica-social-bolivia/